La eterna lucha contra la inflación en Argentina

Argentina es un país que tiene una economía real con una posición destacada en el mercado mundial de materias primas agropecuarias, posee también un complejo entramado industrial, en correlación a un avanzado dispositivo científico-tecnológico, con recursos humanos de alto nivel. Además es un país con una alta riqueza en recursos naturales, y una extensión territorial ubicada en el octavo lugar en el ranking mundial.

No obstante, la intensidad con que se vive la lucha distributiva por la riqueza del país, compone una estructura social caótica y altamente conflictiva, en donde conviven sectores de concentración de capital, con una fuerte capacidad de fijar precios, en ríspida disputa con fuertes organizaciones políticas de trabajadores.   

Narrativa de la ortodoxia económica

A pesar de tener un contexto favorable para el desarrollo económico, el país constantemente transita por ciclos violentos de subas de precios. La ortodoxia político-económica explica el problema por el déficit fiscal y la expansión monetaria. Para este sector, la solución se basa en un fuerte ajuste del gasto público para alcanzar el superávit de las cuentas públicas; además se propone una firme restricción de la emisión de dinero.

Bajo este enfoque se entiende la inflación como un fenómeno exclusivamente monetario. Como la moneda nacional se devalúa en forma permanente, es sustituida directamente por el dólar, lo cual deriva en un ajuste fiscal todavía más fuerte.

La ortodoxia plantea como solución rápida la convertibilidad de la moneda. Sin embargo, cabe recordar cuál fue el desenlace dramático de esta experiencia; se generó en los años noventa una bonanza ficticia y alivio inflacionario temporario, la dolarización encerró la política económica en una jaula, donde se tiró la llave para afuera, generando posteriormente una de las crisis económicas más grandes de los últimos cincuenta años.

Concentración económica

Quienes critican este esquema, resaltan que el análisis ortodoxo omite la fuerte concentración económica del país, que permite a las empresas que dominan el mercado, subir los precios en forma permanente.

Para esta corriente, la solución a la inflación se corrige con un Estado firme, que conciba multas y sanciones para limitar la concentración y los abusos de mercado. A la vez esto fomenta condiciones justas de competencia, entre ellas la oportunidad para que empresas estatales provean alimentos a precios reales.

Bajo esta interpretación, la posición dominante de monopolios o duopolios en mercados de insumos y de bienes de consumo, sería la causa principal de la inflación.

Recetas de política económica

Es sabido que en Argentina, se han probado todas las recetas sugeridas en política económica para bajar la inflación. En los últimos cincuenta años hubo gobiernos en dictaduras y en democracia; presidentes del Partido Radical, Partido Justicialista y de la Propuesta Republicana (Pro); se aplicó reducción y expansión del gasto público en relación al Producto; se registró una mayor o menor intensidad en la emisión monetaria respecto a la evolución de la actividad; se definieron congelamientos o aumentos impresionantes de tarifas de los servicios públicos; hubo política de salarios reales altos, como también bajos; se generó endeudamiento externo descontrolado, como también se logró bajar el endeudamiento de la economía; el Fondo Monetario Internacional ha auditado la política económica doméstica; la economía tuvo tipo de cambio fijo y otras veces administrado; hubo mercado de cambio libre y también controlado.

Sin embargo la economía argentina siempre ha transitado por largos ciclos de subas de precios, en contextos globales de inflación reducida. Los análisis difundidos a la opinión pública sobre la economía argentina, tienen la particularidad de omitir la lucha distributiva para explicar la inflación.

Análisis económico desde la lucha distributiva

La puja distributiva está presente en cualquier economía, sin embargo lo específico de la economía argentina es su fuerte intensidad.

Actualmente Argentina cursa un crecimiento económico sin mejora en la distribución del ingreso: hay una constante suba de precios, donde los salarios pactados en acuerdos salariales entre empresas y trabajadores, van corriendo detrás del aumento de precios y sólo algunos sectores logran alcanzarlos. Esta dinámica perversa, deja sobre todo a los salarios del trabajador informal, rezagados en todo el período.

Aseguran muchos expertos que la inflación de estos últimos años, es la expresión de este tipo de puja distributiva; al disminuir plazos y reapertura de los acuerdos, pierde su dinamismo el trabajador en la negociación paritaria. Cabe resaltar también, que quienes han acumulado capital, se resisten a ceder la disputa del ingreso ganada en la administración anterior, donde se bajó el salario en promedio un 20 por ciento.

La inflación como instrumento de capitalización de riqueza

Existen muchos factores de carácter inflacionarios como son los shocks negativos internos y externos, la emisión y el déficit fiscal, etc; sin embargo, cada vez más analistas resaltan que el punto central del fenómeno inflacionario se encuentra en la puja distributiva. El conflicto distributivo es determinante de cualquier dinámica inflacionaria, aspecto que generalmente se minimiza.

La principal diferencia entre la economía argentina y otras de la región es la intensidad con que se vive este conflicto distributivo, que deriva en crisis recurrentes a través de una de las principales variables distributivas: la cotización del dólar.

El punto clave del problema argentino son las devaluaciones forzadas, que a lo largo de los últimos años el capital concentrado utiliza como mecanismo para ganar rentabilidad en el conflicto distributivo. Estas crisis derivan en la acentuación del carácter bimonetario de la economía.

Al abordarse el problema de la inflación en una economía bimonetaria, se debe invertir la secuencia de que la escasez de dólares y el estrangulamiento de reservas concluyen en una demanda del mercado a una devaluación.

Hay que tener en cuenta que los mismos instrumentos del gran capital en la lucha por la renta (devaluación forzosa) son los que han acentuado esa economía bimonetaria.

El caos que esto genera, beneficia a grupos dominantes, ya que en el discurso público se genera incapacidad de definir un esquema equitativo de distribución del ingreso. La economía bimonetaria inflacionaria se reconoce como singularidad, y se exige entonces un plan de devaluación y convertibilidad, con solución a corto plazo, vulnerando hacia el futuro como en el año 2002, la capacidad de coordinar y negociar políticas económicas justas y equitativas.

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